Nunca es tarde

1491

¡Hoy pedalee 90kms por primera vez!! Y no puedo describir el torbellino de emociones que me inundaron durante este recorrido de casi tres horas. Creo que pasé por todos los estados de ánimo, pero el sentido de logro al terminar, hoy en particular se sintió como cuando cruzas la meta de un maratón, y al igual que en esos momentos, empecé a llorar sin razón. ¿Les ha pasado esto de llorar después de un esfuerzo tan grande, sin explicación aparente, y con mucho sentimiento? Pues a mi me ha pasado cuando cruzo la meta de maratones, el día que más kilómetros caminé en el Camino de Santiago, y hoy, después de rodar 90kms. El cansancio físico y el esfuerzo constante te ponen sin duda en un estado mental completamente distinto, y supongo que es mucho más sencillo que afloren tantas emociones.

 

Hace 6 años que hice mi primer triatlón, como puedes leer aquí. Y lo seguí haciendo durante un año, pero un buen día dejé de hacer triatlones y me dediqué solo a correr, por lo tanto no había pedaleado en ¡5 años! Y regresar a pedalear no ha sido sencillo, de hecho, lo he sufrido muchísimo porque el esfuerzo muscular es distinto a cuando corres, y además, te duelen partes del cuerpo que resultan muy incómodas y difíciles de masajear por estar sentada en la bicicleta tanto tiempo.  En la bici además, necesitas tener equilibrio, aprender a encliparte y desencliparte, tomar agua rodando, comer rodando, estar alerta de los coches, de los otros ciclistas, aprender a subir puentes, a bajar, entender los cambios de velocidad… es mucho más complejo que correr, donde solo te pones tus tenis y vas a tu ritmo, y si bien es cierto que correr puede ser muy exigente, no hay tantos factores que cuidar como cuando ruedas.

Así que llevo 3 meses intensos de salir a rodar 2 o 3 veces a la semana. Al principio sobra decir que no podía aguantarle el ritmo al equipo ni por media hora, ni hablar de poder subir puentes a buen ritmo. Pero poco a poco, como en toda disciplina, lograba avanzar un poco más y un poco más, hasta que hoy finalmente pude rodar 90kms. No le aguanté el ritmo al equipo todo el tiempo, pero si aguanté el ritmo 70kms. Los últimos 20 me regresé sola, como tantas otras veces, pero el nivel de cansancio en las piernas era muy intenso. Mi cabeza pensando: “ya me quiero bajar, ya no quiero pedalear, por qué estoy haciendo esto? Estoy loca, qué necesidad. Y poco a poco el pensamiento se fue transformando en pensamientos más amigables: vamos, vamos tu puedes, no dejes de pedalear… Hasta que terminé. Llegué al estacionamiento, vi a Luis, me bajé con las piernas temblando de la bicicleta, y empecé a llorar. Luis me abrazó, me felicitó por mi esfuerzo, y yo seguía llorando. Es una mezcla de sufrimiento con satisfacción, muy intenso.

El caso es que aquí estoy, intentando pedalear más y mejor cada vez porque quisiera hacer el Gran Fondo de Nueva York, en Cozumel en el mes de noviembre, y la verdad es que me entusiasma mucho porque nunca he hecho una competencia de ciclismo, y porque me ha resultado particularmente difícil esto de pedalear, lo cual hace que el reto sea todavía mayor. Pero he decidido no rendirme e intentarlo con disciplina y voluntad, y bueno, ahí vamos, mejorando poco a poco.

Supongo que a quienes no somos deportistas desde niños, estos retos nos cuestan mucho más, pero eso no significa que no podamos lograrlo. Tal vez nos cueste un poco más de trabajo que a quienes les inculcaron la práctica de deportes desde niños, pero no es imposible, y creo que yo soy un claro ejemplo de eso.

Cuando tenía 6 años, mi madre me inscribió a un club deportivo, al que iba 3 veces por semana: gimnasia, natación y hawaiano. A natación dejé de ir porque me daba un miedo terrible la alberca, y en una de las clases, me sujeté del traje de baño de la maestra porque me aterraba soltarme en la parte honda de la alberca y ella me mordió. Su forma de “enseñarme” a nadar solo hizo que el agua me diera más miedo, y dejé de nadar. Me cambiaron a Tae Kwon Do, pero como era muy pequeñita, recuerdo que una vez en un combate me dieron una patada en el cojín que me lanzó hacia la pared y reboté contra ella. Sobra decir que se terminó el Tae Kwon Do. Y además, mi nana era quien me llevaba a las clases, entonces era muy fácil faltar, porque siempre podía decirle que no quería ir, y no pasaba nada.

Durante 5° y 6° de primaria practiqué jazz en la escuela, y tenía que tomar natación, así que por fin aprendí a nadar, aunque seguía teniéndole miedo al agua. Después dejé de hacer ejercicio. Cero. No practicaba ningún deporte. Desde los 12 años dejé de hacer el poco deporte que hacía.

Hoy puedo decir que me hubiera encantado que me inculcaran la disciplina del deporte, que me «obligaran» a intentarlo y no rendirme. Creo que lo hubiera podido aplicar en muchas cosas de mi vida, que habría aprendido otras formas de hacer las cosas. Pero bueno, no ocurrió así.

A los 28 años me inscribí por voluntad propia al gimnasio. Y amé las clases de Body Systems. Las hacía todas. Amé a los entrenadores que tuve la suerte de conocer en esa época, que siguen impartiendo clases por su puesto: Natividad Monakian, David García, Martín Garduño, Natalia Regueiro, Rodolfo Da Silva… me engancharon fuertísimo al ejercicio por su entrega, dedicación, intensidad… influyeron en mi tanto que al día de hoy, sigo haciendo deporte.

Mi foto favorita: al cruzar la meta en Maratón Chicago

Empecé a correr en 2009 y a los 29 corrí mi primera carrera de 10kms, la Nike We Run, en CDMX. Y no he parado desde entonces. A los 33 hice mi primer maratón, puedes leer la historia aquí. A los 34 mi primer triatlón, cuya historia conté en este post.  He corrido muchísimas carreras de 5 y 10kms, incontables medios maratones, 5 maratones, y este año, a mis 41 años si todo sale bien, haré mi primer GFNY en Cozumel.

No vengo de una familia de deportistas. En mi familia soy la única “loca” que se levanta a las 4:30am para entrenar, y que tiene dolor muscular día si y día también. Así que dudo que mi genética favorezca mi desempeño deportivo.

Hoy, el deporte ocupa gran parte de mi vida: tengo dos certificaciones como maestra de yoga, doy clases de yoga todos los días, hice una certificación como coach de running y desde hace cuatro años tengo una tienda especializada en running: Planeta Maratón. Escribo sobre deporte y bienestar en este espacio, y bueno, me gusta aprender tanto como puedo del cuerpo, su biomecánica, su funcionamiento, efectos de la alimentación, descanso, y todo lo que suma a nuestro bienestar, y así nació Bienmecuido, este espacio para compartirte el camino que transito todos los días hacia el bienestar, porque he aprendido que me gusta sentirme bien, y que no es tan complicado decidir llevar una vida más saludable en todos los sentidos.

En estos años como deportista no he dejado de maravillarme de hermosas e inspiradoras historias de éxito de personas que, como yo, empezaron en el deporte “tarde”, pero que no por eso se limitaron de intentarlo. Y también me sorprendo con inspiradoras historias de deportistas que empezaron en este camino desde jóvenes, y he podido observar como, sin importar cómo empieces, no es un camino fácil, y además, no hay atajos.

A través del deporte he aprendido que nunca es tarde para empezar a hacer aquello que siempre tuvimos ganas de hacer. Nunca es tarde para probar cosas nuevas y vivir experiencias diferentes que enriquezcan nuestro existir. Si a mi me hubieses preguntado si yo SABIA que tendría una tienda de running y me dedicaría a dar clases de yoga, la respuesta es NO, no lo sabía. Estudié Comercio Exterior y Aduanas, hice una maestria en Marketing, trabajé en radio muchos años, fui consultor de Change Management muchos otros, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? No lo sé. Tal vez nada. Pero al final todo ha enriquecido mi camino hasta aquí. Al final, lo único cierto es que nunca me he quedado con las ganas de hacer nada. Siempre me he atrevido a probar cosas nuevas, desde actividades hasta comidas, y experiencias. Y es así como he podido identificar qué me gusta y qué no.

Hay cosas para las que soy mejor que otras. Hay cosas que puedo hacer, cosas que aún no logro, tanto en carrera, como en bicicleta, como en yoga. Pero no quito el dedo del renglón, lo intento tanto como puedo, y trato de disfrutar el camino, porque tampoco se trata de sufrirlo. Se trata de atrevernos a disfrutarlo, pero sobre todo se trata de intentarlo, de no tenerle miedo al riesgo de que las cosas no salgan bien a la primera: en mi primer triatlón me salí del agua porque me apaniqué. Pero eso no me hizo dejar el triatlón, me hizo intentarlo hasta lograrlo.

Para saber qué es eso que disfrutamos, poder decir si algo nos gusta o no, hay que atrevernos a probar cosas distintas. Nunca es tarde.

En el triatlón de Cancún 2016

Así que deja de pensar que ya eres muy viejo, que ya es muy tarde, que con hijos ya no se puede, o que esperarás a que cambies de trabajo, o a bajar de peso. Deja de postergar aquello que te emociona, ¡hazlo! Hazlo ahora, hazlo ya. Si no eres bueno, pues tendrás tiempo de practicar para ser mejor. Si no te gusta, pues prueba una cosa distinta, pero inténtalo.

Es mejor contar historias de lo que hicimos que de aquello que nunca nos atrevimos a hacer.

😉

Gracias por leerme.

Un abrazo!!

 

 


Agregar un comentario



Corredora, yogui, triatleta y ahora blogger de bienestar. Experta en Cambio Organizacional. Mercadóloga de profesión, deportista de corazón. Comparto lo que he aprendido en este camino del deporte y la vida sana por si a ti también te sirve.

Nunca es tarde - bienmecuido.com