En un mes corro el Maratón de Monterrey. Es mi primer maratón después de 6 años de no correr uno.
Llevo 14 increíbles semanas de entrenamiento, muy buenas, muy productivas, muy intensas. 14 semanas en las que he crecido mucho deportivamente hablando.
Pero hace una semana que no corro. Tengo un terrible dolor en ambas rodillas. Y ha sido una dolorosa y frustrante semana.
Empecé con molestias en las rodillas hace dos semanas. Fui al fisioterapeuta, con Frank como siempre, imaginaba que sería molestia por sobre carga a causa de las largas distancias que ya venia corriendo desde hacia varias semanas, y el diagnóstico fue tendinitis en pata de ganso por sobre carga. Tuve toda la semana tuve rehabilitación. Pero el dolor no cedió, al contrario, incrementó. Y esta vez empezaron a comprometerse los meniscos. Nuevamente fui una semana más a rehabilitación, pero el dolor seguía sin ceder.
Las rodillas me empezaron a molestar cada vez más: me molestaban estando de pie, estando sentada, estando dormida o despierta. Y regresaron a mi recuerdos terribles de los peores momentos de mi lesión hace 7 años (que puedes leer aquí) cuando la rodilla me dolía por todo, en todo momento. Me asusté muchísimo. Imaginaba lo peor.
Y entré en crisis.
Emocionalmente es muy difícil lidiar con lo que yo imaginaba como “el regreso” de mi vieja lesión. Me veía sin correr, con dolor constante, y con este sentimiento enorme de frustración que todo lo pinta de gris: no dejaba de pensar en todo lo que había hecho para llegar hasta aquí, y me preguntaba ¿Qué no hice? ¿Qué me faltó hacer? Miedo. Mucho miedo.
No quería volver a pasar por lo mismo. No quería tener que parar. Me daba muchísimo miedo tener que parar y no concluir mi proyecto de correr el maratón de Monterrey, y que todo mi entrenamiento hubiese sido para nada. No olvidemos además el dolor constante y permanente de rodillas que ya me acompañaba. El dolor físico más el caos emocional resulta una combinación súper peligrosa que me hacía estar de malas todo el tiempo. Decidí darme un break de la fisioterapia porque yo no sabía qué más hacer, ni por dónde seguir. Sentía que la fisioterapia no me estaba ayudando mucho, y no se me ocurría qué más hacer.
Hasta que, al igual que hace 7 años, decidí ir al ortopedista para tener una segun da opinión desde una perspectiva diferente. En la época más «ruda» de mi lesión de rodilla, fui con el fisio, el ortopedista y el médico del deporte, y la combinación de esos tres especialistas me funcionó maravillosamente bien como puedes leer aquí.
Así que decidí ir con el ortopedista.
La cita fue hasta el viernes a las 6p.m. El Dr. Jorge Pasos fue quien estuvo a cargo de mi lesión la vez pasada, y volví a visitarlo por recaída en 2019, y desde entonces no nos veíamos. Ya en consulta, el doctor escuchó mi historia, y me observó. Me pidió caminar de puntas, de talones, escucho mis dolencias, me revisó, me preguntó y la conclusión (o el diagnóstico) fue tendinitis crónica de pata de ganso. Lo mismo que me había dicho Frank dos semanas antes. Enfatizó que esta vez no tenía nada a nivel articular, que NO era la condromalacia. A nivel articular la rodilla se encontraba bastante bien. ¡¡Woooooooow!!
No pueden imaginar el alivio y la felicidad que me dio escuchar que no era la vieja lesión. Me hizo sentir muy orgullosa de mi saber que todo el trabajo de los últimos 7 años, que puedes leer en posts como este o como este, han dado buenos frutos y mi condromalacia está “bajo control” o por lo menos no es lo que hoy me está dando molestias.
¿Irónico?
Si, tal vez. Aunque más bien creo que el cuerpo va cambiando y se va adaptando y en esta adaptación ahora soy más fuerte en algunas partes que mantienen mis rodillas a nivel articular más saludables, pero me sigue haciendo falta más fuerza en otras zonas, o más descanso, o más masaje, que hicieron que se me cargaran mucho más los músculos que intervienen en pata de ganso: semitendinoso, grácil, y sartorio (isquiotibiales) que se insertan en la parte interna de la tibia, por debajo de la articulación, causando la inflamación de esta zona.
El ortopedista me inyectó desinflamatorio en ambas rodillas. Yo esperaba que fuera mágico y se me quitara el dolor al instante, pero el dolor ha estado presente aun los últimos dos días. Tengo que tomar desinflamatorio en cápsulas, glucosamina, aplicarme hielo por 4 dias, calor por 10 días, y visitar al ortopedista nuevamente en 15 días.
Veré a Frank el lunes para definir cuál será el plan de acción desde el punto de vista de rehabilitación física, para ayudar al cuerpo a recuperarse mejor.
Tengo que ser más cuidadosa con el uso del calzado adecuado y las plantillas con soporte suficiente en el arco del pie y sentarme de forma adecuada, porque por el momento son las cosas que más me impactan: si mis zapatos no tienen buen soporte, me duelen las rodillas. Si me siento de manera incorrecta, me duelen las rodillas.
Así que hay que extremar precauciones y esperar el momento de poder correr nuevamente.
A nivel deportivo, dadas las fechas, no hay mucho más que yo pueda hacer de entrenamiento «fuerte» para el maratón. Lo que se hizo se hizo. Y tengo que confiar en que se hizo muy bien, porque es lo que traigo en las piernas para enfrentar Monterrey.
Guillerminsky de mi corazón sigue ajustando mi plan de entrenamiento de acuerdo a las necesidades específicas de estas rodillas adoloridas, y de lo que nos va diciendo el ortopedista y el fisio, y me da ánimos para que yo no me derrumbe.
Porque claro, lo más difícil es mantenerme ecuánime, convencida de que podré hacer un buen maratón en Monterrey, sin sentirme insegura por lo que está pasando hoy con las rodillas.
Porque si, me siento insegura.
Me da miedo no poder. Me da miedo que me duelan las rodillas. Me da miedo que el dolor me detenga. Me da miedo NO hacer un buen maratón.
Pero hoy, en una conversación con mi querida Isa a quien tanto me gusta escuchar, entendí que no hay un mal maratón. Que uno se esfuerza igual en un maratón en el que logras tu objetivo como en el que no. Y que hay mil cosas que no están en tu tramo de control, hay muchísimas cosas que no dependen de ti. Así que, en lo que a mi me toca, por esfuerzo no paramos. Yo se que estoy haciendo mi mejor esfuerzo para recuperarme, estoy tratando de ser mentalmente fuerte para no derrumbarme y sigo trabajado en creer que lo voy a conseguir.
Estoy haciendo todo lo que está en mis manos para estar al 100 cuando suene el disparo de salida.
Y ya eso es un logro. Correr el maratón, será un logro, y la mejor manera de honrar ese esfuerzo será disfrutándolo al máximo. ¿Tengo un número en la cabeza? ¡Claro! ¿Quiero lograr un objetivo? ¡Claro! Pero hoy lo primero es poder correr sin dolor, y lo demás, será lo de menos. No es que sea menos importante. Es que lo principal es poder correr. Y con esa perspectiva en mente cambia todo.
Así que bueno, aquí estoy, en los pits, esperando que estas rodillas se sientan mejor y me dejen correr, y correr lo suficiente para cruzar esa meta en Monterrey. Y pido tener la fortaleza mental para no quebrarme, para no perder la confianza en mi, en mi entrenamiento, en mi cuerpo y dar lo mejor, en la recuperación, y en el maratón.
Ya les contaré cómo vamos.
Gracias por leerme!!!
Addy.
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