Cinco preguntas rápidas:
- ¿Sientes si alguna de tus uñas de los pies te está molestando en este instante?
- ¿Tienes algún dolor en el cuerpo ahora mismo?
- ¿Cuántos segundos dura tu exhalación?
- ¿Podrías describir verbalmente cómo estás sentado en este momento?
- ¿Qué posición tiene tu espalda justo ahora?
Con estas preguntas, tu cerebro seguro hizo un “escaneo” rápido de tu cuerpo para que pudieras responder. Si pregunto sobre las uñas de tus pies, tu atención se dirige hacia tus pies para tratar de SENTIR si tienes alguna molestia, porque seguramente no te quitaste los zapatos para VER las uñas de tus pies, ¿cierto? Lo mismo si pregunto sobre cómo estás sentado: harás una imagen mental de ti sentado conforme a lo que sientes en el cuerpo para tratar de describirlo.
¿Con qué frecuencia haces este “escaneo” de tu cuerpo para saber cómo se siente?
Es muy curioso darnos cuenta cómo vivimos y convivimos diariamente con nuestro cuerpo, habitamos en él, realizamos nuestras tareas cotidianas con su ayuda y no necesariamente estamos enterados de lo que le pasa, al menos no de manera consciente. Todo es más bien mecánico, sin demasiada conciencia, como si estuviéramos desconectados de nuestro propio cuerpo.
Te ha pasado que vas a una clase y la maestra dice algo como: “ahora eleva el brazo izquierdo por encima de tu cabeza…” y tú tienes que voltear a ver tu brazo izquierdo para cerciorarte que se trata de tu brazo izquierdo? O que calculas mal cuando quieres esquivar la rama de un árbol y te pegas porque no te agachaste lo suficiente?
Estar desconectados de nuestro cuerpo entorpece nuestros reflejos y la percepción de nosotros mismos (propiocepción) y del espacio que ocupamos, es decir, nos percibimos más grandes o más pequeños de lo que en realidad somos (por eso cuando nos agachamos nos pegamos, porque no le “calculamos” bien a nuestro tamaño).
Esta desconexión nos lleva también a pensar que son “normales” aquellos achaques como el dolor de cuello que tenemos al levantarnos, los calambres en el pie a media noche, o el terrible dolor de espalda que nos da después de estar sentados en la oficina todo el día, porque claro, ni siquiera observamos que estuvimos jorobados y mal sentados. Son “normales” porque nos molestan/duelen siempre, y ya estamos acostumbrados a ese malestar, en vez de encontrar la causa y/o remedio.
Podríamos vivir en ese estado de desconexión con el cuerpo todo el tiempo si así lo decidimos. O podemos trabajar en volver a conectar con nuestro cuerpo y tener más conciencia de él para cuidarlo mejor.
La práctica de yoga me ha hecho observar más mi cuerpo, y no hablo de observar desde el punto de vista físico como verme en el espejo, sino de tomar conciencia de qué es mi cuerpo, qué puede hacer, qué le gusta, qué no le gusta, qué le causa dolor, qué le causa placer.
La conciencia del cuerpo es un proceso largo que requiere paciencia, voluntad y observación. No se logra en dos días.
Ahora mismo, mientras lees este post, obsérvate: ¿cuánto tiempo llevas sentado? ¿Cómo estás sentado? Seguro jorobado, con la panza botada y el cuello flexionado hacia abajo, como hecho bolita. ¿Tu cuerpo realmente se siente bien sentado en esa posición? ¿Qué pasa si haces un esfuerzo por mantener tu espalda erguida y tus hombros hacia atrás como sacando la pechuga y con el cuello recto? Seguro te empezará a doler la espalda después de un rato porque no estás acostumbrado a estar en esta posición, aun cuando sea mucho más favorable para tu espalda, pero si pones atención, estar erguido hasta cambia tu actitud.
La conciencia del cuerpo se trata de eso, de observarte algunos segundos mientras estás haciendo algo, y darte cuenta cómo te sientes para entonces llevar a tu cuerpo a un estado de mayor bienestar haciendo algún cambio o ajuste, o confirmando que así se siente bien.
Mañana antes de desayunar, tómate un vaso grande de agua simple y quédate un minuto sintiendo tu cuerpo: ¿Cómo se siente tu boca con el agua fresca? ¿El interior de tus mejillas? ¿Tu lengua? ¿Tu garganta? ¿Tu estómago? ¿Te sientes más despierto? ¿Te dio pesadez? ¿Podrías describir la sensación que causó en tu cuerpo tomarte un vaso de agua simple en ayunas? Si fue una sensación placentera, es algo que puedes volver a repetir. Y entonces tomarás un vaso de agua en ayunas todos los días porque te hace sentir bien. O decidirás nunca volver a tomar un vaso de agua en ayunas porque no te hizo sentir bien. Pero ya lo experimentaste, observaste tu cuerpo y entonces tomaste una decisión basado en tu propia experiencia, con la conciencia de tu cuerpo.
Cuando te bañes, obsérvate: ¿cómo te paras cuando estás en la ducha? ¿Qué sensación te provoca el agua de la regadera en el cuerpo? ¿Es más placentera el agua caliente o la fría? ¿Cómo está tu espalda mientras te bañas, te jorobas? ¿Hay alguna zona de tu cuerpo que se relaje más mientras te cae el agua? ¿Qué tan firmes están tus pies sobre el piso resbaladizo? ¿A qué hueles mojado? ¿Hubo alguna sensación incómoda/molesta? ¿Puedes describir alguna sensación placentera mientras te bañas?
Conectar con tu cuerpo empieza por la observación de tus sensaciones y tu postura corporal mientras realizas alguna actividad. Mientras más lo prácticas, más sencillo será cada vez, y si pones atención, cuando te observas a ti mismo, tu cabeza deja de pensar en otras cosas, se calla tu ruido mental y por algunos minutos estás realmente conectado contigo, con tu cuerpo.
Me cuentas cómo te va observándote 😉
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