Idealizamos el amor. Creemos que un día encontraremos a nuestra pareja ideal, y mágicamente todo será bonito, amoroso, flotaremos en el aire, se terminarán nuestros problemas, seremos mejores personas, se irán nuestros fantasmas, los días siempre serán soleados y todo será perfecto mientras estemos al lado de esa persona especial que nos amará con locura.
Tal vez de esa idealización viene nuestra constante decepción del amor. Tal vez tenemos tan montada esta película romántica en nuestra cabeza que, cuando conocemos a alguien y las cosas no suceden tal cual está en nuestro “guión mental” creemos que no es el indicado.
Y es que claro, hemos comprado la idea de que nuestra vida imperfecta se volverá perfecta por la aparición de este galán/galana de telenovela, y claro, entonces responsabilizamos al pobre de todo lo que traemos cargando por más de 30 años, y que él mágicamente resolverá con sus besos y sus caricias.
Pero nada más alejado de la verdad.
Ya lo decía Pat Benatar desde el ´83 “Love is a battlefield”
Desde pequeños, buscamos amor. Buscamos que nuestros padres nos amen. Queremos ser aceptados. Ser vistos.
Pero por alguna razón las cosas empiezan a “descomponerse” y crecemos creyendo que no somos lo suficientemente buenos. Que siempre tenemos que hacer más para agradar a los demás porque lo que hacemos o lo que somos, no es suficiente. No se en qué momento aprendemos que no nos merecemos ser amados tal y como somos.
Y lo fuerte es que lo aprendemos en la niñez. Y es una idea que nos acompaña toda la vida.
Seguramente los psicólogos tienen una explicación profunda y detallada para eso.
Y ojo, tampoco les sucede a todos. Conozco a algunos (pocos) que son muy afortunados y no tienen estos problemas existenciales. Yo creo que tiene que ver con el entorno en el que crecemos y el entorno en el que nos educan, pero hoy no profundizaremos en eso.
No. Tampoco es fácil reconocerlo. Y mucho menos aceptarlo. Hemos inventado muchísimos mecanismos de defensa a lo largo de los años para no decirnos la verdad a nosotros mismos, hemos aprendido muy bien a NO MIRAR aquello que nos duele y nos lastima profundamente y ni hablemos de RECONOCER que hay cosas que solucionar. Pero si observamos con honestidad, algo de eso hay por ahí guardado.
La razón por la que lo saco a colación, es porque cuando estamos en una relación salen todos estos fantasmas que viven en nuestro inconsciente, y a veces esperamos que el amor en turno sea quien solucione todo esto. Y no nos damos cuenta que somos nosotros mismos quienes tenemos que resolverlo. ¿Cómo va a conocer Luis mis fantasmas mejor que yo? Imposible que lo haga. ¿Cómo va a saber Luis de mis heridas profundas y de mi falta de amor propio? Imposible que lo sepa.
No es responsabilidad de Luis sanarme. Es mía.
Luis no es el responsable de transformar mi vida en una cosa mágica y luminosa. Soy yo. Mi vida no se transforma en un cuento de hadas porque Luis esté o no esté. Mi vida se transforma en un cuento de hadas o en un cuento de terror porque yo lo decido así, todos los días, con mis acciones y mis decisiones.
Y creo que el amor sería más fácil y menos doloroso si dejáramos de responsabilizar a nuestra pareja por nuestra felicidad o infelicidad.
El amor sería más fácil si tomáramos con valentía y responsabilidad la decisión de sanar aquellas heridas de infancia que tanto daño nos hicieron y nos siguen lastimando porque no han sanado. La mayoría de las veces estas heridas requieren el apoyo y acompañamiento de un especialista (psicólogo) así que por favor normalicemos la idea de que necesitamos ayuda. Es como el nutriólogo: quieres aprender a comer mejor, vas al nutriólogo. Quieres aprender a sanar tus heridas, vas al psicólogo. Dejemos de hacer tanto drama por eso. Y seamos honestos y valientes y reconozcamos que necesitamos ayuda y busquémosla.
Porque Luis no es psicólogo. No sabe que hacer con mi furia de la niñez, ni con mi falta de amor propio. Y por mucho que me ame, no me va a poder ayudar a solucionar esos issues. Así que tengo que reconocer, aceptar y solucionar mis propias heridas y fantasmas.
Otra de las cosas que nos sucede con el amor es que creemos que el amor solo OCURRE y ya.
Que llega como llega una tarde lluviosa, y listo. Seguimos creyendo que conoceremos a este individuo que reúne todas las características con las que siempre hemos soñado, y que lo reconoceremos al verlo. Que una vez ahí nuestro pecho se inundará de un sentimiento de amor infinito que además será correspondido y viviremos felices para siempre.
Pero no. No ocurre así. El amor es una decisión. Tenemos que hacer que suceda. No ocurre por arte de magia. El amor se construye, se trabaja, se decide. Y seguramente durante la etapa en la que todo es maravilloso y color rosa (el famoso enamoramiento) no nos cuesta demasiado sentir amor. Pero conforme el tiempo va pasando y vemos las imperfecciones de nuestro amado, y tenemos que empezar a trabajar en nuestra tolerancia, las cosas empiezan a complicarse.
Y justo ahí tenemos que poner las cosas en una balanza, observar las cosas positivas contra las cosas negativas de la persona con la que me estoy emparejando, y a partir de ahí decidir si le voy a apostar a esta relación o mejor le doy las gracias y cada quién sigue su camino.
Las personas somos distintas. Tenemos historias distintas. Educación distinta. Gustos distintos.
Y aunque podemos tener muchas coincidencias y similitudes, no todo nos va a gustar igual. No vamos a creer siempre lo mismo. Tampoco vamos a estar de acuerdo en todo. Y ya no tenemos 17 para querer salirnos con la nuestra todas las veces, pensando que nos merecemos todo. Que flojera.
Es momento de negociar. De hablar. De ceder. Aprender a hacer las cosas de una manera distinta. Estar abiertos a probar otros sabores, otras marcas. Escuchar. Pero escuchar enserio. Porque claro, cuando nos empiezan a decir algo que no nos gusta levantamos un muro enorme para defendernos y ni escuchamos.
Si queremos tener una relación bonita y sana con esta persona que elegimos, vamos a darnos cuenta que el amor no es suficiente. Necesitamos paciencia, tolerancia, fe, apertura, sentido del humor. Tenemos que recordar todo el tiempo que nuestra pareja no es nuestro enemigo, y que por el contrario estamos intentando ser equipo, que estamos del mismo lado. Entonces no vale la pena pelear con quien no es mi enemigo. Eso solo nos desgasta y lastima, a nosotros y al objeto de nuestro afecto.
Tenemos que ser cuidadosos con nuestras palabras.
Y dejar de pensar que porque estamos enojados tenemos la libertad de decir absolutamente todo lo que se nos pasa por la cabeza sin que eso tenga consecuencias. Dejemos de pensar que siempre somos las víctimas, y observemos cómo nos comportamos con nuestro emparejado, porque también somos unas mulas. Pero claro, eso nunca lo vemos, ni lo reconocemos.
¿Somos en verdad capaces de dar aquello que queremos recibir? ¿Soy capaz de ofrecer disculpas cuando me equivoco? ¿Entonces cómo esperas que tu pareja se disculpe contigo? ¿Soy capaz de darle gusto haciendo algo que el/ella disfruta muchísimo aunque no sea mi cosa favorita? ¿Cómo esperas que él/ella lo haga por ti? ¿Eres capaz de dejar de juzgar su forma de hacer las cosas? ¿Cómo esperas que el/ella deje de juzgarte?
Estamos aquí para construir. Para sumar.
Hacer que la vida en pareja sea disfrutable, agradable, placentera, divertida, relajada. Y eso solo ocurrirá en la medida en la que hagamos la parte que nos corresponde, porque si, también nos corresponde. Y si llevas un conteo de cuántas veces tu lo has hecho y el/ella no, lamento decirte que no es un buen síntoma. No es un partido. No se trata de llevar el conteo de los puntos. En un partido hay contrincantes. En una relación los dos somos del mismo equipo.
Así que trabajemos en conjunto por construir la relación que queremos tener. Claro, también es probable que en el camino nos demos cuenta que queremos construir cosas distintas. Y ahi entonces por mas que intentemos, tal vez no habrá nada que hacer. Pero es muy valiente reconocer que hay que movernos de esa relación, que no es para nosotros.
Pero si esa relación es para ti, o es donde quieres estar, trabaja por ella. Haz la parte que te corresponde. Esfuérzate. Y también ten el corazón abierto y dispuesto a recibir, porque la otra parte también tiene que dar, y tu tienes que permitirle darte, y tienes que permitirte recibir.
De las cosas más difíciles de aprender para mi fue recibir: aprender que está bien que me den amor, cariño, cuidados, y está bien porque me lo merezco. Merezco que me amen bonito, como te lo cuento en este post.
Las relaciones no son producto terminado.
Siempre hay cosas que mejorarles, cómo hacerlas crecer, cómo ir a mejor. Y de verdad estoy convencida de que se pueden tener relaciones bonitas, donde ambos crecemos, nos ayudamos, nos impulsamos y construimos una mejor versión de nosotros mismos con ayuda y acompañamiento de quien elige compartir su vida con nosotros.
Así que trabajemos por esa relación que queremos tener. Dejemos de idealizar el amor y veámoslo con una mirada mucho más realista, valiente y responsable.
Un abrazo!!
Addy.
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