Mujer E S

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Soy hija de una hermosa mujer. Una hermosa mujer que me tuvo a los 17 años, y después del inminente divorcio de mi padre por falta de madurez de ambos, ha dedicado su vida a mejorar su propia realidad a través del estudio y el esfuerzo.

El origen siempre fue humilde, no venimos de una familia pudiente con mil tierras que heredar, ni negocios que administrar. Ella forjó su camino a base de esfuerzo diario.

Siempre me cuenta la historia de que cuando empezó la primaria, como tenía 5 años y no 6 como era requisito, no tenía lugar. No había una banca para ella y se sentaba en el piso. Y poco a poco se fue ganando su lugar, porque los maestros valoraban su trabajo, su esfuerzo, su inteligencia. Porque para querer salir de donde se está y dirigirse a un lugar mejor, de mayor bienestar, sin duda hay que ser inteligente. Y tener muy claro lo que se quiere, y estar dispuesto a trabajar duro.

 Y así me sacó adelante: con trabajo duro, honesto, y constante. Muchos años de mi niñez se los perdió porque estaba trabajando. Y no lo digo con reproche, lo digo con orgullo: tengo una madre que ha trabajado toda mi vida. Siempre la veía arreglarse para irse guapa a la oficina. Y a veces regresaba ya muy tarde cuando yo estaba prácticamente dormida. Cuando ella podía ir a comer a casa, yo reconocía incluso el ritmo del caminar en sus tacones, y sabía de inmediato que ahí venía mamá.

Siempre me sentí especial.

Siempre sentí que había un vínculo especial entre ella y yo porque a mi me había tocado vivir la parte más difícil, la parte en la que el bienestar se estaba construyendo, y eso nos “costaba” horas de convivencia, horas de ausencia, pero nos conectaba de una manera diferente.

 Aun cuando en mi casa siempre había quien me cuidara (mi abuela o Lula, mi nana por muchos años, y después nana de mis hermanas. Siempre mujeres) crecí muy sola. Y ese sentimiento de soledad me ayudó a desarrollar cualidades que hoy me hacen quien soy. Pero sin duda, nunca ha sido sencillo sentirme sola.

Las circunstancias en las que crecí, favorecieron a que yo tuviera una relación única y especial con mi abuela. Estuve con ella desde que yo era muy pequeña y los momentos más felices registrados en mi memoria fueron con ella. Una mujer de carácter fuerte, divertida, con los calzones bien puestos que no se dejaba ningunear. Yo no tengo en la vida mayor incondicional que ella. Ella solo me quiere, sin importar qué, cuándo o cómo. Hoy, ya no tengo la dicha de seguir teniendo a mi abuela, no puedo seguir escuchando las historias de cuando se escapaba a bailar, o cuando sigue maldiciendo a mi abuelo por haber sido un cabrón, y su pérdida ha sido lo más doloroso en mi vida, como puedes leer en este post que escribí después de su partida. 

Pero sigue presente en mi. Me marcó profundamente. Mi abuela es una mujer que no tuvo una vida fácil, pero supo no tenerse lástima a si misma por las decisiones que tomó. Siempre ha sabido enfrentar lo que viene, o adaptarse a lo que hay, pero no es esa adaptabilidad sumisa, es esa adaptabilidad que busca acomodarse lo mejor posible en la circunstancia que hay, y si no le gusta repela y lo acomoda y lo cambia. Siempre me dijo: “vamos, hazlo, por ti, por ti, por ti

Es un personaje.

Cocina delicioso. Toma tequila. Baila. Es vanidosa. Le gusta oler rico entonces siempre usa media botella de perfume después de bañarse y se pone talco en el cuello hasta que quede blanco. Ahora que ya es mayor, he descubierto otra faceta de ella: le gusta compartir, y hacer felices a los demás. A sus compañeros de la “escuelita” les lleva galletas, uvas, bombones. Los hace reír y animarse. Y mi hermana la mediana, Ali, mi güera, ¡se parece montones a ella! No físicamente, sino en las formas, en los modos.

Tengo dos hermanas pequeñas. Ellas cambiaron mi universo. Me hicieron sentir que pertenecía a un lugar. Me hicieron formar parte de algo. Ser hermana mayor es sin duda una de las mejores experiencias de mi vida. Tenemos mil historias que contar, mil aventuras vividas: nos reíamos hasta quedarnos dormidas. Ellas son el helio que me levantaba en los momentos más difíciles. En los momentos en los que yo no podía más, corría a casa a que me abrazaran, y entonces mágicamente todo estaba mejor. Me llenan de amor.

Y tengo la fortuna de estar rodeada de mujeres fuertes, inspiradoras, grandiosas. Mujeres que han construido historias increíbles a base de esfuerzo, de trabajo duro, de disciplina. Mujeres que han luchado por lo que quieren, han defendido aquello en lo que creen, y no han parado de intentarlo una y otra vez. Saber sus logros, sus triunfos, siempre es inspirador, y me hace sentir tremendamente afortunada de tenerlas en mi vida. Gracias amigas por hacer mi vida mucho más divertida, colorida y llena de risas!!!

Mi historia de vida es una historia llena de mujeres valiosas. Y me siento tremendamente afortunada por ello.

 

 

Pero no todo es miel sobre hojuelas.

Hemos tenido momentos difíciles. Momentos vulnerables y dolorosos. Nos hemos topado con fulanos que nos hicieron la vida de cuadritos mientras aprendíamos a fortalecer nuestro amor propio. Nos hemos encontrado con personas que abusaron del amor y la inseguridad que teníamos en ese momento, y sufrimos abusos y maltratos.  Ir a denunciar situaciones de violencia resultó más violento que el maltrato del agresor. Te cuestionan, te interrogan, te mal interpretan, insinúan que fue tu culpa, que tu lo provocaste.

Sin duda todas las mujeres, no solo las mujeres de mi familia, sino todas las mujeres hemos sido agredidas en alguna forma, por conocidos o desconocidos. Por hombres o por mujeres. Qué triste, ¿no?

Tenemos en nuestro circulo cercano mujeres abusadas sexualmente, y sus abusadores no recibieron ningún castigo. No fue posible meterlos a la cárcel. Tenemos en nuestro circulo cercano casos de mujeres golpeadas por sus maridos. Pero nadie dice nada cuando nos vemos en la comida del domingo. Nadie le pone un alto a ese abusador golpeador, aun cuando lo sepamos. Tenemos entre nuestras amigas mujeres engañadas por sus maridos abiertamente, pero prefieren quedarse ahí aguantando “lo que sea” porque divorciarse no está bien visto.  Saberlo y no hacer nada al respecto nos hace cómplices. Nos hace parte del problema. ¿Cómo podemos ser tan indiferentes al dolor de alguien cercano? Y no importa si no es cercano. ¿Cómo podemos ser tan indiferentes al dolor de un ser humano? ¿cómo podemos ver que está ocurriendo algo que está mal y no hacer nada al respecto?

Esta apatía, esta falta de involucramiento me sorprende, y me duele.

Y si soy honesta, aunque hay muchas situaciones que me dejan en shock, yo tampoco se cómo reaccionar, no se como ayudar, a quién recurrir, cómo intervenir. Y no es que no quiera hacerlo, es que no se cómo hacerlo.

Entiendo que la historia que nos toca vivir a cada una nos hace lo que somos. Pero creo que es importante reconocer el hecho de que SI PODEMOS cambiar nuestra historia. SI PODEMOS romper patrones y hacer las cosas de forma diferente. No se exactamente cómo se hace, pero si se puede hacer.

Yo aprendí que las mujeres somos fuertes, capaces, valientes. Lo mismo podemos hacer la instalación eléctrica en casa que poner un tendedero, o un cortinero.

Aprendí que las mujeres podemos lograr lo que nos proponemos: quieres estudiar diseño, estudia diseño. Quieres pintar murales, pinta murales. Quieres abrir un restaurante, hazlo. Nunca nadie ha frenado nuestros sueños.

Las mujeres decidimos vivir una vida en pareja por el gusto de hacerlo. Por amor. Por querer compartir el día día con alguien. No por TENER que hacerlo, porque es lo que se espera socialmente.

Aprendí que las mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo, que decidimos qué hacer con él y como mostrarlo. Y que merecemos el respeto de todos en nuestro entorno, sean hombres o mujeres. Que alguien nos diga algo sobre nuestro cuerpo o nuestra apariencia está mal. No merecemos escucharlo. Pero tampoco tenemos el derecho de hacer ningun comentario sobre el cuerpo o la apariencia de alguien más.

Aprendí a ser respetuosa con los demás, con las mujeres y con los hombres. La gentileza y el respeto no es algo que dependa de un género, es algo que debe darse por igual. Y debemos ser gentiles y respetuosos con los demás, y esperar lo mismo en reciprocidad.

Aun cuando seamos fuertes e independientes, merecemos que nos ayuden, nos cuiden y nos protejan. Merecemos ser tratadas con amor, con respeto, con cariño y educación. No merecemos gritos, insultos, malas palabras ni amenazas. De nadie.

El amor no lastima.

El amor nos hace crecer, nos hace florecer, saca lo mejor de nosotros. Aquellos que nos dan amor que nos hiere, en realidad no nos están dando amor. Aquel tipo de amor que nos aleja de nuestra familia y amigos, no es amor. Es manipulación. El amor no limita, no castiga, no ofende. Creo que se trata de descubrir el amor que merecemos, como te cuento en este post.

Las mujeres somos una gran fuerza movilizadora: tenemos en nuestras manos la  oportunidad de influir en nuestro hogar, en nuestra familia, en nuestro entorno. Nosotras formamos a nuestros hijos, los educamos.  ¿Qué les estamos enseñando? ¿Les estamos enseñando igualdad y colaboración? ¿Les estamos enseñando a tratarnos a nosotras mismas con respeto?

Si tienes la fortuna de educar niñ@s, sin importar el género, hazlo desde el amor y la gentileza. Enséñales de colaboración, de amabilidad, de responsabilidad. Asígnales tareas en casa. Educa niñ@s respetuosos, amorosos. Conscientes de que hay responsabilidades, trabajo, obligaciones. Enséñales de amor a los animales y de respeto y ayuda a las personas mayores. Enséñales a cuidar de ti. Que sean niñ@s amorosos, protectores y  nobles con las mujeres que se crucen en sus caminos, que sepan valorarlas, protegerlas y cuidarlas como se merecen. No porque una mujer no se pueda cuidar sola, sino porque es lindo que alguien más también cuide de ti, es lindo que alguien más procure tu bienestar.

 Deseo de corazón que tengas la fortuna de procurar el bienestar de las mujeres que forman parte de tu vida. Que las puedas disfrutar, amar y respetar todos los días. Que tus acciones y pensamientos diarios contribuyan a su bienestar y a su felicidad. Que las sepas libres y felices.

Que tu misma seas una mujer libre, feliz, plena. Y tengas la fortaleza para cambiar aquellas cosas de tu vida que quieres cambiar. Que te descubras como un ser de luz lleno de resiliencia y capacidad de cambio. Que te sorprendas a ti misma todos los días. Que te ames profundamente y que en consecuencia puedas llenar de amor todo tu entorno.

Que la fuerza que poseemos nos permita construir un mundo mejor.

Celébrate hoy. Celebrate todos los días.

Un abrazo!

Addy

 


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Corredora, yogui, triatleta y ahora blogger de bienestar. Experta en Cambio Organizacional. Mercadóloga de profesión, deportista de corazón. Comparto lo que he aprendido en este camino del deporte y la vida sana por si a ti también te sirve.

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