Y mientras lloro por tu partida, me pregunto ¿por qué lloro? ¿Lloro por ti? En realidad creo que lloro por mi. Lloro por no haber estado una noche vieja juntas en Brasil saltando las 7 olas del mar. Lloro por no haber ido al cumpleaños de Nina en febrero y habernos visto una última vez. Lloro por todo lo que no será, por todo lo que no hice contigo. Lloro porque no tendré un comentario tuyo en este post, y porque no me enviarás fotos de tu comida de esta semana. Tampoco podré contarte cómo quedaron mis redes sociales en su renovación, ni tendré ideas tuyas que sumen a mis proyectos. Lloro porque me duele que no estés, me duele tu ausencia. No tengo razones para llorar por ti. No hay algo de tu vida en lo que piense y diga “ay pobre Suz” y salga de mi un llanto desconsolado.
¿Sabes por qué? Porque viviste intensamente. Porque disfrutaste tu vida hasta el último momento. Porque hiciste lo que quisiste, viajaste hasta que el cuerpo no te dejó hacerlo más, y mientras tu disfrutabas lo tuyo, ibas dejando una estela de luz a tu paso, ayudando al que se acercara a pedir ayuda, dando siempre un punto de vista único y espontáneo, haciéndonos sonreir a todos con tu portuñol que nunca quise corregir, pero tú te empeñabas en solucionar para usar las frases correctamente. Es difícil llorar por ti, porque pensar en ti, en momentos contigo, solo trae sonrisas al rostro de quien te recuerda, lo sé no solo por mis propias vivencias contigo, sino por los comentarios que hacen de ti todos aquellos que se cruzaron por tu camino.
Nuestros caminos se cruzaron en 2005, hace 15 años. Madrid. Nuestro Madriz.
El master fue el pretexto, la justificación que unió estas vidas que parecían no tener nada en común pero que terminaron siendo entrañables. Salamanca fue nuestro primer destino juntas. Una foto de ese primer viaje juntas está en la entrada de mi casa con su marco original, y tu letra diciendo: “Cuando la compañía importa más que el viaje”. Fue un regalo de cumpleaños. Y así empezó nuestro viaje juntas: con ganas de conocer el mundo. Si el master hubiese sido en planeación y organización de viajes, te hubieses graduado con matrícula de honor porque eras la mejor para encontrar vuelos baratos, conexiones que parecían imposibles en horarios desorbitados con tal de llegar a nuestro destino por menos de 20 euros.
Los hostales siempre fueron la primera opción de hospedaje, porque claro, eran la forma más económica de hospedarse, y de conocer más gente. Ibamos al supermercado en cualquier destino para comprar cosas y preparar de comer para ahorrar lo máximo posible. Burger King era también la opción, aunque tú te fueras a Mc. Donalds con Sandrine cuando ella hacía berrinche. Pero en cada viaje siempre había una comida típica, en la que invertíamos algo más de presupuesto. Siempre te encargaste de investigar el platillo típico y el mejor lugar para comerlo. Así comimos arroz con bacalao y pastelitos de Belén en Lisboa, cervezas y hotdogs con chukrut en Alemania. Esas charlas de sobremesa siempre fueron lo mejor del mundo. Arreglábamos nuestras vidas, y cambiábamos el mundo en esas charlas. Eso y las sesiones de fotos. Tengo tantas sesiones de fotos y risas desmedidas grabadas en mi cabeza, que es imposible no sonreir al recordarlas.
Y claro, luego la reunión post viaje para volvernos a reir de las aventuras e intercambiar fotos. Las tuyas siempre eran las mejores. Una de mis ex caseras, Montserrat, se enfadaba cuando hacíamos reuniones post viaje: “no entiendo como acabas de veros y quedan para intercambiar fotos!” decía con enfado. Y tal vez nadie entendía que era parte del ritual, de la experiencia de viajar juntas. Era como prolongar el momento, no querer que se terminara, y entonces empezar a planear el nuevo destino. Hoy cuando viajo siempre pienso en ti. Siempre uso tu “metodología”: ¿Qué vistas no me puedo perder? ¿Dónde puedo tomarme la mejor foto? ¿Qué hay típico qué comer y dónde? Y aunque hoy sigo haciendo fotos saltando cuando viajo, ninguna es tan divertida como cuando estamos todas juntas.
Después te volviste experta en couchsurfing.
Recuerdo perfecto que te fuiste con Sandrine a Marruecos por couchsurfing, y yo moría de miedo porque les pasara algo. Creo que te agobiamos con preguntas hasta el cansancio. Y después resultó que hasta yo conocí a tu host, Adnane, en un viaje a Marruecos. Pero es que estaba en tu naturaleza confiar en la gente, confiar en su bondad, en las recomendaciones que hacían de ellos por internet. Recuerdo que cuando yo te preguntaba algo sobre tu host, tu siempre respondías: “tiene buenos comentarios, está bien evaluado”. Y por couchsurfing nos fuimos a Valencia, a Las Fallas. Un piso espectacular muy cerca de la Citat de las Arts. Un viaje que hicimos solo tu y yo. Nos divertimos como enanas, tomamos vino sentadas en las aceras hasta que no nos cupo más. Y es que había que aprovechar cada momento, ya tendríamos tiempo de dormir en el autobús de regreso.
Esa fue tu filosofía de vida: aprovechar cada momento.
Antes de yo volver a México, hice el camino de Santiago, y por supuesto no pude tener mejor guía ni mejor porra que tu. Me diste todas las indicaciones y recomendaciones para hacer mi travesía más llevadera, siguiendo santo y seña hasta para llegar a tiempo a los albergues. Viviendo la experiencia del Camino entendí por qué te gustaba tanto: es como la vida misma; andar, recorrer sitios, tomar decisiones, conocer gente, disfrutar, sufrir un poco, volver a andar, conocer otra gente, gente que se queda en tu vida, gente que nunca vuelves a ver, disfrutar paisajes, disfrutar comidas. ¿Cuántas veces hiciste el camino de Santiago? ¿12? ¡Y además en sus diferentes versiones! Tu blog @ThatGoodTrip es prueba fehaciente de tu nivel de especialización en el Camino, y en los viajes en general. Y es que se te metía la idea en la cabeza de realizar determinado viaje, y lo planeabas meses, organizabas todos los detalles para que la experiencia fuera la mejor, leías las recomendaciones de los viajeros, incluso charlabas con ellos para que te dieran más recomendaciones. Y tu vida se fue llenando de gente maravillosa gustosa de conocer otros viajeros como tú.
No todos somos buenos viajeros. Un viajero es alguien que necesita poder improvisar por si el plan A falla. Necesita adaptarse a los cambios por si hay retrasos o cambios en los itinerarios; ser paciente y saber esperar, desde esperar a tomar el avión hasta esperar el atardecer para llenar sus ojos de color rojizo del sol al caer y tener la mejor vista del lugar. Un viajero también debe ser tolerante: no todo será como esperaba, y no por una mala experiencia se frustrará el resto del viaje. Debe ser bueno para comunicarse con otros aun cuando no hablen el mismo idioma. Tener el alma dispuesta a maravillarse con los regalos pequeños que le da la vida y que quitan el aliento, como tardes nevadas, rocas enormes bañadas por el mar o renos a los cuales alimentar. También debe viajar ligero: solo con lo necesario y lo indispensable. No caben emociones negativas, quejas o berrinches porque no habría espacio para todo lo positivo que el viaje ofrece. También logra organizarse lo suficiente para cuadrar los tiempos, y tener el presupuesto necesario. Prioriza: ¿a dónde primero? ¿Cuánto presupuesto? Un viajero siempre pone buena cara a todo, aun cuando sea difícil o incierto. Debe tener espacio en su corazón para guardar buenos recuerdos y buenas amistades. Y disfruta de la compañía tanto tanto que en ocasiones el destino se vuelve lo menos importante.
Eres y siempre serás una viajera en toda regla. La mejor viajera. Nos contagiaste a todos de tu amor por los viajes. Jose no tenía pasaporte cuando lo conociste y hoy seguro su pasaporte tiene más sellos que el mío. Y es que tu manera de ver la vida era contagiosa. Nunca te vi enfadada. Nunca escuché de ti una queja sobre nada. Tenías una forma tan natural de aceptar lo que viniera de quien viniera y guardarlo en el lugar adecuado para que no te impactara si no era necesario. Decidías no hacerle caso o ponerle más atención de la que requería a aquello que no era importante. Nunca te vi ser grosera o borde con nadie. Siempre tenías las palabras correctas para dirigirte a cualquier persona. Siempre con una sonrisa. Siempre amable. Vivías como viajabas. Y tal vez en esa coherencia radicaba tu paz, tu sosiego.
Porque aun sin estar de viaje la convivencia contigo era igual: agradable, llevadera, llena de risas y sorpresas. Lo mismo daba si nos reuníamos para ir a bailar a Palacio de Gaviria, o si nos daban las 6 de la mañana comiendo churros con chocolate por la mañana. Nos impulsabas a hacer cosas nuevas y diferentes todo el tiempo: desde ir a conocer lugares nuevos para bailar o para comer en Madriz, ir al Retiro a hacer un picnic, hasta aprender a bailar sevillanas para la próxima vez que fuéramos a la Feria de Sevilla. Lettering, repostería, redes sociales, otro master para enseñar inglés, fotografía, cómo hacer blogs, buceo, tango, canto, triángulo, coros, repostería brasileña, yoga, salsa. ¿De qué no tomaste curso? ¿Sobre qué no aprendiste? No es necesario salir de viaje para que la vida sea una constante sorpresa, para estarnos renovando, aprendiendo, creciendo, y expandir nuestro potencial tanto como se pueda. Porque uno lo puede hacer incluso desde casa, pues aun en contingencia organizaste un montón de actividades para tu blog, y seguiste aprendiendo cosas.
Hace algunos meses mientras hablábamos, dijiste que no tenías viajes programados próximamente. Ahí me saltó la primera alarma, porque ni en el año que tuviste ocho cirugías dejaste de viajar. Para mi fue una clara indicación de que no te sentías bien. Y con todo y que amabas viajar, la sensatez siempre te acompaño y nunca te pusiste en riesgo innecesario. Recuerdo que en nuestro último viaje juntas te regresaste a Madrid antes que yo porque tenías sesión de quimio. Pero nunca nos preocupaste, siempre estuviste positiva, esperanzada, guerrera. Confiando en que las cosas mejorarían. Pensé, y le dije a Luis: tengo que ir a verla. Pero somos como somos, y no nos damos el tiempo, ni nos organizamos de manera adecuada, ni priorizamos de manera adecuada. Siempre pensamos que tendremos tiempo de hacerlo más adelante. Y se reunieron Nina, Ams y tú en febrero en Madrid y no fui. No sabes cómo he llorado por no ir.
Y llego marzo con su contingencia. Tú la más obediente dentro de casa todo el tiempo. Tomando cursos en línea, organizando cosas, limpiando la casa mejor que nunca. Las cosas eran llevaderas dentro de todo, hablábamos sobre la proteína o los ejercicios, o los achaques que iban apareciendo. Un buen día de junio enviaste un mensaje diciendo que viajabas a Brasil el sábado, en el último vuelo de expatriados. y que el viernes te habías casado con Jose. ¿Cómo? ¿Una boda sin nosotras? ¿Sin fiesta? Era el pretexto perfecto para reunirnos. Pero tu querías casarte, y lo hiciste. Tan a tu manera. Decías que si los chicos no vienen por nosotras, nosotras tenemos que ir a por ellos. Gracias por hacernos parte de tu pedida de mano, por ser tan valiente y decidida. Amé la circunstancias, la forma. Todo fue perfecto y como tenía que ser. Gracias Jose por casarte con mi amiga y hacerla tan feliz estos años.
En mi cabeza seguía retumbando tu vuelta a Brasil. Mi corazón sabía lo que el tuyo también: volvías a casa para emprender tu último viaje. Puedo intentar explicar las mil razones y señales para ese pensamiento, pero no importa ya. Volvías a casa. Hablamos un par de veces porque claro, yo quería equivocarme, yo quería encontrar señales de que mi corazón se equivocaba y que todo estaba bien. Y a tu manera me diste paz, me hiciste saber que estarías bien, que eso era lo que había que intentar ahora, y había que tener fe.
Nuestra última conversación fue sobre tus caminatas con tu padre y tus perros. La deliciosa comida que estabas disfrutando. Estar echada en el sofá viendo series con tus padres. Todo en calma. Todo en paz. En casa, con los tuyos.
Aun cuando nunca lo dijiste, supongo que estabas agotada de sentirte agotada, de sentir que el cuerpo no respondía como debía. Aun cuando nunca lo dijiste, supongo que también buscabas sentirte reconfortada y descansar. Y no había mejor lugar para hacerlo que en casa. Sabías que era hora de partir.
Te fuiste en paz querida amiga. Rodeada del amor de los tuyos, y con la energía de todos los que te conocimos iluminando tu camino. Te imagino con el rostro pacífico, como si te echaras una siesta y pronto fueses a despertar para ir a conocer más sitios. Y seguro así es. Seguro estás disfrutando de los sitios que te hizo falta disfrutar, sabiéndote amada, y sabiendo que tocaste tantas vidas. Compartiste tanto de ti Suz, que estás presente en la vida de muchos de nosotros. De alguna forma, no te fuiste, estás aquí, formando parte de la vida de tantos viajeros, de tantas personas, de tantos amigos. Tu vida trasciende porque nos diste grandes lecciones de amor incondicional, de amor por la vida, de positivismo.
Me quedo con mil historias en el tintero. Con un nudo en la garganta y un vacío en el corazón porque no voy a abrazarte pronto, ni voy a escucharte cantar What´s up mientras tocas la guitarra después de un día de trecking, mas que en mis recuerdos. No me gusta tu ausencia. Duele. El mundo era un mejor lugar contigo aquí.
Ahora mismo me siento un poco perdida. Aprendo tanto de ti y te admiro tanto amiga, que cualquier cosa que pueda escribir para decirlo se queda corta. Gracias por cruzarte en mi camino, y por quedarte en él tantos años. Gracias por tu magia, por tu sonrisa, por tu valentía. Gracias por tu portuñol, por las caipirinhas y el brigadeiro. Gracias por enseñarme a viajar, y a viajar ligero, tengo que practicarlo mejor. Gracias por enseñarme que uno decide lo que hace con las circunstancias que le toca vivir, y que todo es mejor cuando se vive de forma positiva, con una gran sonrisa y desde la esperanza. Gracias por mostrarme el mundo desde tu perspectiva: con el encuadre adecuado y sin cortar los pies. Gracias por enseñarme que debemos ser valientes, y no temerle a lo nuevo, desconocido o incierto. Gracias por hacerme sentir parte de tu vida siempre, y por quererme tanto como yo te quiero a ti.
Espera, casi olvido contarte esto: ¿Sabes qué me dijo mi madre? ¡Que tu vuelo de regreso a casa había sido gratis! Tal y como te gustaba: encontrando las mejores ofertas para el próximo viaje. Jejeje! No pude evitar reirme, porque tiene razón. Seguro viajar gratis a casa también te hizo feliz.
Te voy a extrañar montones querida amiga. Ven a guiarme de vez en cuando por si pierdo el rumbo.
Buen camino Suz peregrina, buen camino.
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